Si bien no podemos precisar a ciencia cierta quién fue el "precursor" del fútbol entre nosotros, porque en una misma época comenzó a proliferar en la ciudad por todas partes, entendemos que existe una persona que bien puede llevar ese título. Se trata de Agenor Albornoz, profesor normal, que en 1897 llegó a nuestra ciudad, trasladado desde Tucumán, para hacerse cargo de un puesto en la Escuela Normal de Maestros. Albornoz era una persona joven y dada al atletismo que, en la ciudad norteña, había aprendido el fútbol de los ingleses radicados allí, todos pertenecientes al Ferrocarril Noroeste Argentino, con quienes había participado en diversos torneos y competencias.
Si debemos ordenar nuestra exposición debemos decir que a fines del siglo pasado, la muchachada santafesina solía practicar la "pelota a frontón" en el local que don Tiburcio Reyes tenía en la esquina de 9 de Julio y Corrientes, y no eran pocos los que se dedicaban al atletismo en el campo de ejercicios físicos que tenía el Consejo General de Educación en El Campito, al este de la ciudad, junto al río.
Pero, del fútbol, el ya afamado deporte creado por los ingleses, nadie hablaba ni se lo conocía. La instalación de los ferrocarriles en el país hizo que poco a poco comenzara a practicarse este juego, dado que, los técnicos y operarios ingleses, diseminados a lo largo y lo ancho de nuestro territorio, en sus ratos de ocio, jugaban al fútbol haciendo participar del mismo a los criollos.
En la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, en uno de los lugares donde se comenzó a practicar este deporte fue en la playa ferroviaria del puerto de Colastiné, llevado a cabo por los tripulantes de los barcos extranjeros atracados allí y algún personal ferroviario, encargado de embarcar el cereal de nuestras colonias.
Aquí hace su aparición el profesor Agenor Albornoz que, amén de hacerse cargo de un grado en la Escuela Normal de Maestros, fue destinado a la sección de "ejercicios físicos" de la escuela, instalada en el chalé que había pertenecido a don Eugenio Alemán, ubicado en calle Tucumán y Urquiza. En este local solamente se hacían "ejercicios militares" o se jugaba a la "palanqueta" o a la "naria " (o rescate).
Sin titubear, el joven maestro incluyó el fútbol en el "programa obligatorio" y comenzó a enseñarlo diariamente, con gran aceptación entre la muchachada. Utilizó primeramente como campo de juego un vasto terreno que existía frente a la escuela, destinado para ejercicios físicos y, posteriormente, le fue concedida una manzana frente a la plaza Santa Coloma, hoy hospital José María Cullen y sus adyacencias.
La nueva cancha fue marcada, se instalaron los arcos, consistentes en "dos astas de bandera, unidas en la parte superior por una cinta de color" y se niveló el terreno. Hecho esto fue encargado a Buenos Aires un "reglamento" del nuevo deporte, el cual fue traducido al castellano, ya que estaba escrito en inglés.
Este reglamento constaba de 25 artículos, a cuál de todos más original y pintoresco, sobre todo si lo comparamos con el fútbol que actualmente se practica. Por ejemplo: el artículo 21 destacaba que todo aquel que cometiera una infracción debía denunciarla, "levantando la mano", ya que se entendía que era ése un deporte de caballeros. A tal efecto se prohibía "dar zancadillas" o "patear intencionadamente a un adversario". El equipo o team se componía de un arquero, dos "seguros" o backs, tres "fuertes" (que componían la Línea media) y cinco "ágiles" o forwards. El capitán debía ser siempre el centro-forward, y era el único que podía movilizarse libremente por toda la cancha, ya que quedaba prohibido a los demás desplazarse fuera de su "zona".
Terminados los preparativos sólo quedaba comprar la pelota. En un viaje a Buenos Aires, don Agenor aprovechó y fue a una casa de deportes en general, donde no vendían, lamentablemente, artículos futbolísticos, de tal manera que para no regresar con las manos vacías, adquirió una pelota de rugby, pensando que podía "andar".
Lo que pasó en el partido de inauguración fue digno de la pluma de Plutarco. Todo funcionaba bien: lo que no funcionaba era la pelota que "picaba" de las maneras más desconcertantes, siendo imposible darle alguna patada. Y así, por supuesto, la confusión fue tan grande que no sabemos si pudo terminar normalmente el partido.
Solucionado semanas más tarde el problema con la compra de una pelota redonda como Dios manda el flamante equipo empezó a asentarse y en muy poco tiempo quedó fundado el Club Atlético Normal.
Los dignos integrantes de este novedoso "team" fueron, entre otros, Vicente Ingaramo, Carlos e Ignacio Costa, Nicolás Bello, Justo del Barco, Isaac Francioni, Domingo Grilli, Javier Gentile, R. Azcuénaga, José A. Paez, Manuel Mougin, Fermín Spiller, Bernardo Riveros, Tomás Beccaria, Angel Spedalieri, Ovidio y Octavio Torroija. Raymundo a, Juan Galli, Marcelino Fernández, Francisco Doce y Honorio Suárez, sin olvidar a Carlos Alberto Leumann, el futuro gran novelista que, por esos años hacía sus primeras incursiones en la literatura.
El primer partido oficial si así lo podemos llamar se llevó a cabo contra un equipo de Esperanza, y tuvo lugar en la cancha de El Campito, el 25 de mayo de 1897. El segundo encuentro tuvo por escenario a Coronda, donde Ignacio y Carlos Costa tenían muchas amistades.
Al año siguiente se concertó un partido contra los paranaenses, pero, lamentablemente, el mismo no pudo llevarse a cabo pues los santafesinos no aceptaron jugar por estar en inferioridad de condiciones, ya que los de la vecina orilla usaban "botines", mientras que los "normalistas" lo hacían en "alpargatas". El comentario de un diario de nuestra ciudad, haciéndose eco de esta situación, comenzaba así: "¡Nos ha vencido la civilización!" (1898).
En 1901, los santafesinos recibieron la visita del equipo más temido de entonces: el Team Inglés, de Gálvez, integrado en su mayoría por ingleses residentes y unos pocos criollos.
En ese año, tal era el auge del nuevo deporte, que en la escuela de don Salvador Vigo (San Martin y Falucho) se comienza a practicar obligatoriamente el fútbol; actitud ésta que imitan otras es-cuelas y que da como fruto el surgimiento de dos "centros" futbolísticos: Prometeo y San Martín.
En 1902 cuando la Escuela Normal de Maestros abandona el chalé de Alemán y pasa a la entonces escuela Sarmiento, el aguerrido y entusiasta club Normalista, por circunstancias que ignoramos, desaparece, volcándose sus elementos en los clubes que comenzaban a gestarse.
A esta misma época pertenece también don Ignacio Risso, otro de los precursores que fomentó el fútbol entre sus hijos Héctor, Ignacio y Bernardo y el grupo de sus amigos, alumnos casi todos del Colegio de la Inmaculada. Fue el grupo del "sur".
El Club Atlético Belgrano
Lo que podríamos llamar la "segunda etapa de nuestro fútbol, en sus inicios heroicos, se da a partir del nuevo siglo. En efecto: en 1902 un grupo entusiasta del nuevo deporte se reúne para concretar la fundación de una asociación que encauce sus fervores. Nace así el club Atlético Belgrano, creado merced al esfuerzo de Gaspar Tocchi, Ritalfo Mansilla, Manuel Giménez, Cándido Pino, F. Castellanos, Arturo Ríos, Antonio Santucho, Miguel Fernández, R. Garcia, Belotti y el infaltable Agenor Albornoz. Provisoriamente se elige de presidente a Ritalfo Mansilla y a Gaspar Tocchi, de secretario. Los proyectos son muchos, pero los inconvenientes superan a aquéllos, razón por la cual el flamante club queda prácticamente en la nada. Sin embargo, sin desmayar en el intento, los que quedan: Mansilla, Fernández, Santucho, Pino y Rotta, vuelven a reunirse en junio de 1903 y enarbolan otra vez las insignias del Belgrano. La familia Mansilla cede una parte de su casa en calle 4 de Enero 2074 como sede, como asa también un amplio terreno en Francia y Juan de Garay para levantar allí la cancha.
No fueron pocos los que apoyaron a los jóvenes futbolistas del ´900. Don Salvador Vigo intercedió ante el Consejo de Educación para que se les facilitara el campo de ejercicios físicos de El Campito, encontrando en el ministro Dr. Julián B. Pera a un decidido propulsor.
Para completar la preparación de los muchachos, John Caldwell, jugador y secretario de la divisional del F.C.C. Argentino, de Gálvez, se ofreció para impartirles clases teóricas y prácticas de fútbol, proporcionándoles además, las últimas reglamentaciones.
A mediados de 1904 comenzaron las competiciones, siendo el primer partido interprovincial jugado contra el Colegio Nacional de Paraná. Dice "Unión Provincial": "Partieron hoy los excursionistas del club Belgrano rumbo a Paraná, en el vaporcito ´Voluntario´, cedido por el Dr. Pera".
Ese mismo año (27 de octubre) queda inaugurada oficialmente la cancha del Belgrano. Para tal acontecimiento se lleva a cabo un "triangular", entre el club Inglés de Gálvez, Estudiantes de Paraná y el club Belgrano. Asiste a esta fiesta medio Santa Fe. Y aunque no hay bombos, y menos aún bombas, a falta de ello, la Banda de Guardias Cárceles ameniza el espectáculo con alegres marchas. El periódico "La Italia" comentó al otro día: "Malgrado il forte calore, la festa de ieri nel Club Belgrano attiró numeroso público fra it queale notavasi la presenza di varíe signore e signorine...". No faltaron por supuesto las damas, con sus amplios sombreros y sus sombrillas y, aunque poco entendían del asunto, pusieron como siempre su nota de color.
El equipo del club Belgrano formó de la siguiente manera: arquero: José Pasero; seguros: Juan Ortiz y Francisco Goncebate; fuertes: Félix Frutos, Enardo Alarcón y Eliseo Saavedra, y ágiles: Silvano Noriega, Regino Román, Ritalfo Mansilla (capitán), Carmelo Ramírez y Eduardo Bracamonte.
Terminado el torneo, donde no hubo botellazos, ni nadie se acordó de la mamá del referee o cosa por el estilo, las delegaciones fueron invitadas, horas más tarde, a un gran banquete en el hotel Italia. Y después de allí, en comitiva fueron a saludar al gobernador, Dr. Rodolfo Freyre, quien según anota el diario "convidó con una cerveza".
Por las naturales contingencias del deporte, el Belgrano, pionero el fútbol santafesino, tuvo que disolverse el 31 de agosto de 1908.
Los nuevos clubes
Desde aquí en adelante nuestra ciudad se convierte en un verdadero semillero de clubes y asociaciones, impulsoras del tan popular deporte.
Nacen así, a partir de 1906 los clubes Mitre, San Martín, Sarmiento, Central Santa Fe, 9 de Julio, Saravia, Peñarol, Argentino, Albión, Brown, Unión y algunos que quizás olvidamos. Y por supuesto: nacen los "Sabaleros".
En mayo de 1905 había sido fundado el club Atlético Colón, si bien su instalación oficial podría señalarse recién en 1913, bajo la presidencia de Manuel Oliva, alzando sus colores rojo y negro, en su primer baluarte de calle Moreno y bulevar Zavalla.
(*) Hemos seguido en este informe, un trabajo presentado en el portal del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe. Dicho trabajo se basaba en una nota publicada hace medio siglo en Nuestro Diario, de Ricardo Basaldúa (h) y unos "apuntes" de Ritalfo Mansilla, fundador del club Belgrano, cedidos por su hijo de igual nombre; como así también, comentarios de diversos periódicos santafesinos de la época.
Si debemos ordenar nuestra exposición debemos decir que a fines del siglo pasado, la muchachada santafesina solía practicar la "pelota a frontón" en el local que don Tiburcio Reyes tenía en la esquina de 9 de Julio y Corrientes, y no eran pocos los que se dedicaban al atletismo en el campo de ejercicios físicos que tenía el Consejo General de Educación en El Campito, al este de la ciudad, junto al río.
Pero, del fútbol, el ya afamado deporte creado por los ingleses, nadie hablaba ni se lo conocía. La instalación de los ferrocarriles en el país hizo que poco a poco comenzara a practicarse este juego, dado que, los técnicos y operarios ingleses, diseminados a lo largo y lo ancho de nuestro territorio, en sus ratos de ocio, jugaban al fútbol haciendo participar del mismo a los criollos.
En la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, en uno de los lugares donde se comenzó a practicar este deporte fue en la playa ferroviaria del puerto de Colastiné, llevado a cabo por los tripulantes de los barcos extranjeros atracados allí y algún personal ferroviario, encargado de embarcar el cereal de nuestras colonias.
Aquí hace su aparición el profesor Agenor Albornoz que, amén de hacerse cargo de un grado en la Escuela Normal de Maestros, fue destinado a la sección de "ejercicios físicos" de la escuela, instalada en el chalé que había pertenecido a don Eugenio Alemán, ubicado en calle Tucumán y Urquiza. En este local solamente se hacían "ejercicios militares" o se jugaba a la "palanqueta" o a la "naria " (o rescate).
Sin titubear, el joven maestro incluyó el fútbol en el "programa obligatorio" y comenzó a enseñarlo diariamente, con gran aceptación entre la muchachada. Utilizó primeramente como campo de juego un vasto terreno que existía frente a la escuela, destinado para ejercicios físicos y, posteriormente, le fue concedida una manzana frente a la plaza Santa Coloma, hoy hospital José María Cullen y sus adyacencias.
La nueva cancha fue marcada, se instalaron los arcos, consistentes en "dos astas de bandera, unidas en la parte superior por una cinta de color" y se niveló el terreno. Hecho esto fue encargado a Buenos Aires un "reglamento" del nuevo deporte, el cual fue traducido al castellano, ya que estaba escrito en inglés.
Este reglamento constaba de 25 artículos, a cuál de todos más original y pintoresco, sobre todo si lo comparamos con el fútbol que actualmente se practica. Por ejemplo: el artículo 21 destacaba que todo aquel que cometiera una infracción debía denunciarla, "levantando la mano", ya que se entendía que era ése un deporte de caballeros. A tal efecto se prohibía "dar zancadillas" o "patear intencionadamente a un adversario". El equipo o team se componía de un arquero, dos "seguros" o backs, tres "fuertes" (que componían la Línea media) y cinco "ágiles" o forwards. El capitán debía ser siempre el centro-forward, y era el único que podía movilizarse libremente por toda la cancha, ya que quedaba prohibido a los demás desplazarse fuera de su "zona".
Terminados los preparativos sólo quedaba comprar la pelota. En un viaje a Buenos Aires, don Agenor aprovechó y fue a una casa de deportes en general, donde no vendían, lamentablemente, artículos futbolísticos, de tal manera que para no regresar con las manos vacías, adquirió una pelota de rugby, pensando que podía "andar".
Lo que pasó en el partido de inauguración fue digno de la pluma de Plutarco. Todo funcionaba bien: lo que no funcionaba era la pelota que "picaba" de las maneras más desconcertantes, siendo imposible darle alguna patada. Y así, por supuesto, la confusión fue tan grande que no sabemos si pudo terminar normalmente el partido.
Solucionado semanas más tarde el problema con la compra de una pelota redonda como Dios manda el flamante equipo empezó a asentarse y en muy poco tiempo quedó fundado el Club Atlético Normal.
Los dignos integrantes de este novedoso "team" fueron, entre otros, Vicente Ingaramo, Carlos e Ignacio Costa, Nicolás Bello, Justo del Barco, Isaac Francioni, Domingo Grilli, Javier Gentile, R. Azcuénaga, José A. Paez, Manuel Mougin, Fermín Spiller, Bernardo Riveros, Tomás Beccaria, Angel Spedalieri, Ovidio y Octavio Torroija. Raymundo a, Juan Galli, Marcelino Fernández, Francisco Doce y Honorio Suárez, sin olvidar a Carlos Alberto Leumann, el futuro gran novelista que, por esos años hacía sus primeras incursiones en la literatura.
El primer partido oficial si así lo podemos llamar se llevó a cabo contra un equipo de Esperanza, y tuvo lugar en la cancha de El Campito, el 25 de mayo de 1897. El segundo encuentro tuvo por escenario a Coronda, donde Ignacio y Carlos Costa tenían muchas amistades.
Al año siguiente se concertó un partido contra los paranaenses, pero, lamentablemente, el mismo no pudo llevarse a cabo pues los santafesinos no aceptaron jugar por estar en inferioridad de condiciones, ya que los de la vecina orilla usaban "botines", mientras que los "normalistas" lo hacían en "alpargatas". El comentario de un diario de nuestra ciudad, haciéndose eco de esta situación, comenzaba así: "¡Nos ha vencido la civilización!" (1898).
En 1901, los santafesinos recibieron la visita del equipo más temido de entonces: el Team Inglés, de Gálvez, integrado en su mayoría por ingleses residentes y unos pocos criollos.
En ese año, tal era el auge del nuevo deporte, que en la escuela de don Salvador Vigo (San Martin y Falucho) se comienza a practicar obligatoriamente el fútbol; actitud ésta que imitan otras es-cuelas y que da como fruto el surgimiento de dos "centros" futbolísticos: Prometeo y San Martín.
En 1902 cuando la Escuela Normal de Maestros abandona el chalé de Alemán y pasa a la entonces escuela Sarmiento, el aguerrido y entusiasta club Normalista, por circunstancias que ignoramos, desaparece, volcándose sus elementos en los clubes que comenzaban a gestarse.
A esta misma época pertenece también don Ignacio Risso, otro de los precursores que fomentó el fútbol entre sus hijos Héctor, Ignacio y Bernardo y el grupo de sus amigos, alumnos casi todos del Colegio de la Inmaculada. Fue el grupo del "sur".
El Club Atlético Belgrano
Lo que podríamos llamar la "segunda etapa de nuestro fútbol, en sus inicios heroicos, se da a partir del nuevo siglo. En efecto: en 1902 un grupo entusiasta del nuevo deporte se reúne para concretar la fundación de una asociación que encauce sus fervores. Nace así el club Atlético Belgrano, creado merced al esfuerzo de Gaspar Tocchi, Ritalfo Mansilla, Manuel Giménez, Cándido Pino, F. Castellanos, Arturo Ríos, Antonio Santucho, Miguel Fernández, R. Garcia, Belotti y el infaltable Agenor Albornoz. Provisoriamente se elige de presidente a Ritalfo Mansilla y a Gaspar Tocchi, de secretario. Los proyectos son muchos, pero los inconvenientes superan a aquéllos, razón por la cual el flamante club queda prácticamente en la nada. Sin embargo, sin desmayar en el intento, los que quedan: Mansilla, Fernández, Santucho, Pino y Rotta, vuelven a reunirse en junio de 1903 y enarbolan otra vez las insignias del Belgrano. La familia Mansilla cede una parte de su casa en calle 4 de Enero 2074 como sede, como asa también un amplio terreno en Francia y Juan de Garay para levantar allí la cancha.
No fueron pocos los que apoyaron a los jóvenes futbolistas del ´900. Don Salvador Vigo intercedió ante el Consejo de Educación para que se les facilitara el campo de ejercicios físicos de El Campito, encontrando en el ministro Dr. Julián B. Pera a un decidido propulsor.
Para completar la preparación de los muchachos, John Caldwell, jugador y secretario de la divisional del F.C.C. Argentino, de Gálvez, se ofreció para impartirles clases teóricas y prácticas de fútbol, proporcionándoles además, las últimas reglamentaciones.
A mediados de 1904 comenzaron las competiciones, siendo el primer partido interprovincial jugado contra el Colegio Nacional de Paraná. Dice "Unión Provincial": "Partieron hoy los excursionistas del club Belgrano rumbo a Paraná, en el vaporcito ´Voluntario´, cedido por el Dr. Pera".
Ese mismo año (27 de octubre) queda inaugurada oficialmente la cancha del Belgrano. Para tal acontecimiento se lleva a cabo un "triangular", entre el club Inglés de Gálvez, Estudiantes de Paraná y el club Belgrano. Asiste a esta fiesta medio Santa Fe. Y aunque no hay bombos, y menos aún bombas, a falta de ello, la Banda de Guardias Cárceles ameniza el espectáculo con alegres marchas. El periódico "La Italia" comentó al otro día: "Malgrado il forte calore, la festa de ieri nel Club Belgrano attiró numeroso público fra it queale notavasi la presenza di varíe signore e signorine...". No faltaron por supuesto las damas, con sus amplios sombreros y sus sombrillas y, aunque poco entendían del asunto, pusieron como siempre su nota de color.
El equipo del club Belgrano formó de la siguiente manera: arquero: José Pasero; seguros: Juan Ortiz y Francisco Goncebate; fuertes: Félix Frutos, Enardo Alarcón y Eliseo Saavedra, y ágiles: Silvano Noriega, Regino Román, Ritalfo Mansilla (capitán), Carmelo Ramírez y Eduardo Bracamonte.
Terminado el torneo, donde no hubo botellazos, ni nadie se acordó de la mamá del referee o cosa por el estilo, las delegaciones fueron invitadas, horas más tarde, a un gran banquete en el hotel Italia. Y después de allí, en comitiva fueron a saludar al gobernador, Dr. Rodolfo Freyre, quien según anota el diario "convidó con una cerveza".
Por las naturales contingencias del deporte, el Belgrano, pionero el fútbol santafesino, tuvo que disolverse el 31 de agosto de 1908.
Los nuevos clubes
Desde aquí en adelante nuestra ciudad se convierte en un verdadero semillero de clubes y asociaciones, impulsoras del tan popular deporte.
Nacen así, a partir de 1906 los clubes Mitre, San Martín, Sarmiento, Central Santa Fe, 9 de Julio, Saravia, Peñarol, Argentino, Albión, Brown, Unión y algunos que quizás olvidamos. Y por supuesto: nacen los "Sabaleros".
En mayo de 1905 había sido fundado el club Atlético Colón, si bien su instalación oficial podría señalarse recién en 1913, bajo la presidencia de Manuel Oliva, alzando sus colores rojo y negro, en su primer baluarte de calle Moreno y bulevar Zavalla.
(*) Hemos seguido en este informe, un trabajo presentado en el portal del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe. Dicho trabajo se basaba en una nota publicada hace medio siglo en Nuestro Diario, de Ricardo Basaldúa (h) y unos "apuntes" de Ritalfo Mansilla, fundador del club Belgrano, cedidos por su hijo de igual nombre; como así también, comentarios de diversos periódicos santafesinos de la época.
2 comentarios:
Excelente documento.
Gracias Marcelo. Un abrazo
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